lunes, 14 de enero de 2008

El libro no acepta estar solo, necesita compañía: Henestrosa

A los 101 años de edad, el escritor Andrés Henestrosa murió en la ciudad de México el 10 de enero. Hoy sus restos reposan en el Panteón Francés de La Piedad, junto a los de su esposa Alfa, quien yace en el mismo lugar desde hace 13 años. Él fue despedido como fue recibido, en 1906, cuando nació: con la alegría de la milenaria cultura zapoteca.
Andrés Henestrosa es autor de poesías, cuentos, ensayos y biografías, pero también de canciones y corridos. Originario de San Francisco Ixhuatán, Oaxaca -donde nació el 31 de noviembre de 1906-, decidió crecer en Juchitán para, después, aventurarse a viajar a la ciudad de México. Al llegar a la capital no conocía a nadie, había cumplido apenas 16 años de edad y escasamente hablaba el español. Al celebrar cien años de vida, el escritor afirmó: "En estos años he buscado la alegría, no el llanto; porque a reír aprendí, llorar siempre supe. Tengo el plan de vivir hasta los 105 años y se tiene que reflejar en mi rostro y en mi corazón."
En la casa de Henestrosa existe un inmenso cuarto, ahora vacío, que acondicionó como biblioteca: "Durante 50 años -precisó- fui al mercado de La Lagunilla a recorrer, todos los domingos, las librerías de viejo. Ahí compré la mayoría de mis libros de literatura. Ahora mis piernas ya no me responden igual que antes, porque de ser así seguiría paseando por esas entrañables calles del centro donde viví los mejores años de mi juventud. El libro no acepta estar solo, necesita compañía. Las bibliotecas se hacen porque vas hermanando libros; es decir, compras uno y lo colocas junto a otro, después llega otro y otro más... Así fue como yo conformé mi biblioteca con más de 40 mil volúmenes. Antes los libros eran muy baratos, recuerdo que costaban entre 15 y 20 centavos, los caros ya se elevaban a 75 centavos."En 2004 donó su biblioteca a La Casa de la Ciudad de Oaxaca, un centro cultural financiado por el empresario Alfredo Harp Helú. En la planta baja de este hermoso inmueble histórico de adobe y cantera se ubica la Biblioteca Andrés Henestrosa, especializada en historia antigua de México y en literatura latinoamericana. Pero en el espacio que ocupó originalmente esta biblioteca dentro de la casa del escritor sólo quedan algunos adornos. En medio de ese vacío resalta un retrato de mediano formato que el pintor Francisco Goitia le hizo a Henestrosa.Al preguntarle sobre este óleo, Henestrosa explicó: "Conocí a muchos pintores, pero Goitia y José Clemente Orozco son para mí los más grandes de México. Ese reconocimiento no se los han dado los funcionarios culturales porque ambos artistas permanecieron apartados de los favores gubernamentales. Goitia, por ejemplo, fue de los pocos artistas plásticos que pintó las entrañas de la Revolución Mexicana y, aun así, está olvidado en las bodegas de Bellas Artes. Pero este hombre, humilde de corazón, creó obras magistrales no en tamaño, sí en términos del arte."Recordó que, en esa época, México era otro. La ciudad era lo que hoy se denomina como Centro Histórico y todos se conocían. Ya para entonces había triunfado la revolución y se empezaron a pintar los muros de la SEP: "En esa etapa -agregó- también conocí la grandeza de Diego Rivera, Roberto Montenegro y David Alfaro Siqueiros. Al mismo tiempo estaba de moda Lupe Vélez, Delia Magaña, Celia Montalván, Lupe Rivas Cacho, Lulú Labastida... eran las mujeres de entonces. Pero Lupe Marín destacaba por su belleza, así como Tina Modotti, de quien nunca supinos quién fue en realidad. Conocí a las mujeres más famosas de entonces, como María Conesa. Estaban de moda los tangos y el organillo. Yo escribí letras para tango y corridos. Pero apareció Agustín Lara y trajo un nuevo estilo de piano. Él tocaba en un bar de la zona roja. Era un auténtico bohemio."A los 20 años, Henestrosa escribió su primer libro: El hombre que dispersó la danza y, aunque cursó la preparatoria y se inscribió en la carrera de Derecho en la UNAM, afirmó que se dedicó a leer y leer: "Yo sabía muchas cosas, pero no las aprendí en las aulas, sino en los libros. Claro que asistí a la universidad, pero no entraba a clases porque me parecía que uno aprendía más conversando, departiendo, con los maestros y compañeros de generación. Fui, entonces, un autodidacta."En esa charla el escritor comentó que, en ese lapso, también fue maestro de literatura y con sus alumnos leían y comentaban a los clásicos. Este ejercicio impedía que los muchachos leyeran las lecciones de memoria y les ayudaba a formarse un criterio. Por eso, nunca les hizo exámenes. Pero también recordó que dio clases a las señoras de los maridos ricos: "Ellas se quedaban en casa y les leía yo libros de diversos autores -precisó-. No puedo negar que en algunas de esas visitas me enamoré de alguna señora. Siempre fui coqueto y llevaba una vida desordenada, hasta que encontré a Alfa, mi esposa."Cuando Henestrosa cursaba la preparatoria, conoció a José Vasconcelos quien -aseguró- se encontraba "en el esplendor de su inteligencia, de su trabajo y de su vida". Con él participó en el movimiento estudiantil que le dio, en 1928, autonomía a la UNAM. En esa época también departió con Villaurrutia y el grupo de Los Contemporáneos: "Ellos creían que la moda era ser homosexual. Había un gran autor francés, Adrè Gide, que era el maestro de todos ellos. Un día le preguntaron a Salvador Novo: ¿oiga, Henestrosa es homosexual? Y el desgraciado contestó: no, Henestrosa es tan mediocre que nada más es hombre. Eso no cabe duda. Con las señoras siempre fui muy atrevido.

TRADICIÓN
Henestrosa departió con los artistas y escritores de su natal Oaxaca: "Yo conocía a Francisco Toledo -afirmó- en Juchitán, cuando él era muy chico. Pero mi trato con el artista ya fue cuando vivía en la ciudad de Oaxaca, donde no voy con mucha frecuencia. Es un genio, por ahí tengo algunas de las primeras obras que hizo. Es un gran hombre." Asimismo, también se refería a Adolfo Morales: "Gran pintor. Murió de repente de un ataque cardiaco. Él vivía en un pueblo cercano a la ciudad de Oaxaca, viajaba al centro a visitar la galería de una señora que se apellida Vasconcelos, donde exhiben su obra. Un día nos encontramos en Oaxaca y fuimos a un restaurante a comer, pero a él no lo aceptaron porque iba descalzo. Eso no le afectó, quien se enojó fui yo y le grité al dueño: ¿cómo es posible que en un restaurante de segunda categoría se nieguen a atender a un pintor de primera categoría? Nos fuimos de inmediato de allí."El escritor afirmó que Oaxaca tiene una pléyade de excelentes pintores debido a la herencia: "En el mundo precortesiano vivían los tlacuilos, los autores de los maravillosos códices, el lenguaje de nuestros antepasados. Eran grandes pintores. De modo que, desde entonces a la fecha, continúa una tradición de grandes artistas en Oaxaca."El también autor de Los hispanismos en el idioma zapoteco se sentía orgulloso de haber conocido y convivido con grandes personajes de México. Explicaba que en el mundo de la canción, después de surgir Agustín Lara, apareció Guty Cárdenas, que trajo las canciones yucatecas: "En ese ambiente crecí. Luego empecé a escribir corridos y tangos. Como a mí me tocó vivir todo el proceso de la Revolución, escribía letras que adaptaba a las antiguas tonalidades de los corridos revo- lucionarios. Para hacer los tangos utilizaba el cilindro. En esa época cursaba la preparatoria en San Ildefonso. Los estudiantes desayunábamos con 15 centavos: a diez centavos el café con leche y a cinco el pan. Había un café de chinos en la esquina de República de Argentina y San Ildefonso, allí íbamos la mayoría. Aunque costaba mucho trabajo tener 20 centavos en la bolsa del pantalón. Una vez se me ocurrió pedir limosna en el centro y un hombre se me acercó para decirme: ¡qué vergüenza, tan joven y tan haragán! Me sentí muy humillado y me puse a trabajar de lo que se podía. Era yo muy pobre, pero este país me dio la oportunidad de irme superando y aquí estoy amando la hermosa vida. (Carmen García Bermejo/El Financiero).

+ sobre Henestrosa: aquí.

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